lunes, 7 de enero de 2013

Fred

Ahora que viene el frío, me acuerdo. Siete horas en un autobús, de noche.
Cuando llegué, toda la ciudad dormía. Toda tu ciudad dormía.

Hacía tanto frío que cuando un chico
con quien tomé un café en el área de servicio
me ofreció entrar en la cabina de teléfono donde se había refugiado,
entré.
Era una cabina de las antiguas y nos sentamos sobre su maleta.

Me preguntó para qué había venido,
le dije que a verte a ti
y él me contó una historia parecida.

Nos reímos.
Dos tontos tiritando de frío,
un 23 de diciembre en el norte.

Esperando.

Más tarde, abrió el bar de la esquina.
Le invité a un café y llegaste, por fin.
Me dijo "qué suerte, yo seguiré esperando".

A veces me pregunto si ellos lograron que funcionara.

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